Nos fuimos a Cochabamba a participar del proyecto de inmersión. Antes, habíamos tenido
encuentros grupales en el colegio con el
Padre Peralta, en los que nos propusieron prepararnos mental y espiritualmente
para llegar a compartir, a entender a
los hermanos que trabajan en comunidad en Bolivia, para descubrir una población
diferente.
Viajamos algo incómodos por algunos problemas en el medio de
transporte y por lo largo del camino. Llegamos a un no sé qué. Llegamos a
“ocupar” un espacio con nuestras charlas, nuestro ruido, le sacamos
habitaciones a nuestros anfitriones, les revolucionamos su forma de vida.
Ellos, silenciosos, respetuosos, sabios, nos invitaron a rezar, reflexionar,
cocinar, compartir, reir, aprender y a conocerlos y conocernos.
De primera chocamos con la realidad, con el más desvalido
ser, el que no puede comunicarse con el mundo porque le falla su mente y su
cuerpo; parecían pajaritos con sus alas quebradas incapaces de volar. Ese
encuentro fue duro, cómo llegar a ellos, qué hacer con esas almas atrapadas.
Pudimos y no pudimos, seguramente cada uno creció a su manera. Vimos a las
Hermanas Hospitalarias hacerse cargo de esos niños chiquitos e indefensos.
Vivimos una experiencia muy rica; el espacio y el tiempo que
los hermanos le dedican a los niños y jóvenes trabajadores. Descubrimos que la
clave está en acompañarlos, seguirlos, darles la caña para pescar como decía
Edmundo Rice. Ahí los vimos, a los hermanos en acción, en lo que ellos llaman
la Oficina.
Fuimos a un espacio indígena, donde habitan los más pobres
materialmente, la zona Sur, entre las montañas, sin agua, casas hechas de
material. Allí va todos los días un hermano que los reconoce, los escucha, los
comprende. Allí estaba una maestra (única, que nadie le pagaba el sueldo) que día a día construye con muchos, con cada
uno, una oportunidad para quienes muchas veces son marginados de la sociedad
boliviana.
Conocimos la Cancha, mercado inmenso que resume la esencia
boliviana de la mayoría de la población, “todo pasa” por la Cancha, todo se
puede encontrar allí.
Nosotros, nos redescubrimos, porque no alcanza con compartir
horas en un trabajo, ahora compartíamos lágrimas y mucha risa. Ellos, hermanos
cultos, sensibles, preocupados por la vida de quienes más lo necesitan.
También, una dulce y joven mujer –
Suzana, tratando de encontrar su misión en la vida.
Gracias a Javier, Renato, Dermot, Kevin, Francisco , Timoteo
y Saúl, y Suzana; por compartir.
Estábamos preparados………………. ¿de verdad?
Rossana S.
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