Colegio Stella Maris

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Edmundo Rice

La realidad de Edmundo Rice


Br. Patrick Payne. Junio 1996



"Edmundo Rice fue movido por el Espíritu Santo a abrir todo el corazón a Cristo presente y suplicándole en los pobres. Recibió la gracia para responder identificándose a través de Cristo con los pobres, a fin de evocar en ellos una profunda conciencia de la presencia amorosa de Dios. Su ejemplo atrajo a muchos otros a compartir su visión profunda del evangelio y su respuesta, dentro de una comunidad religiosa que, esencialmente elevaría a los pobres, a través de una educación cristiana, a tomar conciencia de su dignidad como hijos de Dios". Conferencia 1982.

"Nosotros estamos dotados con el carisma de Edmundo Rice y tenemos la responsabilidad de nutrir este carisma. Animados por el Espíritu Santo, compartimos este don con todos nuestros hermanos y hermanas, pero especialmente con los pobres, los débiles y los oprimidos". Capítulo 1.3, nuevas Constituciones de 1984, Hermanos Cristianos.


¿Quién era?

Edmundo Rice nació en una época en que la mayoría de los católicos oprimidos por las "leyes penales", sufrían humillantes penurias. las condiciones que la mayoría de los irlandeses del siglo XVIII tenían que soportar eran verdaderamente crueles y horrendas. Las represiones religiosas, políticas y sociales estaban a la orden del día. Abundaba toda clase de atropellos y explotaciones, con sólo algunos cortos períodos de relativa tranquilidad.
A los católicos se les excluía de toda vida pública y de mucha actividad social. La educación católica estaba prohibida, como así también se les prohibía comprar tierras, obtener hipotecas, alquilarlas o heredarlas.
Cuando un propietario moría, su propiedad no podía pasar al hijo mayor como era costumbre de la época, sino que tenía que ser dividida entre todos los hijos por igual. Esto, para hoy en día sería lógico, no lo era en ese momento. es más, si uno de estos hijos se convertía al Protestantismo, la herencia pasaba automáticamente a él, y si una esposa católica se convertía, también podía exigir parte dela herencia. Por otra parte, cualquier protestante que denunciaba los "excesos" de ganancias de algún católico, recibía como premio parte de esas ganancias. las "leyes penales" trataban por todos los medios que los católicos no pudieran adquirir ni arrendar tierras  o por lo menos, trataban de hacer los trámites lo más dificultosos posible, especialmente en tierras de cultivo o pastos.
Los católicos no podían pertenecer ni a la Armada ni a la Marina; no podían votar ni ser elegidos en el Parlamento, ni tener algún cargo de Estado. para aquellos que vivían en el campo, no podían ni siquiera portar arma de caza. Los sacerdotes fueron echados del país, y en caso de que regresaran clandestinamente, y fueran descubiertos, se exponían a ser colgados, ahogados o descuartizados. Se ofrecían premios a quienes los delataran.


Solamente en  pantanos o  solitarias laderas  de  montañas se podía llegar  a celebrar una Misa, y la única educación católica que  podía recibir  los niños estaba dada por  maestros itinerantes, que  viajaban de  un lado a otro, trabajando en condiciones despreciables.


El campesino irlandés  había  sido reducido casi a esclavitud: no tenía ningún  derecho; a mayor  eficiencia de las labores  que realizaban, más alto era el impuesto  que debía tributar.   La  pobreza y la  desmoralización crecían día  a día.  

Las "Leyes Penales" no se hacían cumplir  con  la misma  severidad en todas  partes  y en todo momento.  Hubo  aquellos  poderosos .terratenientes que poseían grandes extensiones de tierras confiscadas, y por avaricia, temor y una afectada noción de superioridad, trataban de conservar a toda costa, lo que habían adquirido o heredado y de explotarlo al máximo. Respaldados por el poder de un sistema legislativo  partidista, éstos adoptaron una política de  terror para asegurar  que  sus ganancias y privilegios no  disminuyeran de modo alguno. No es de  extrañar,  entonces, que  algunos  nombres hayan  quedado en  la  memoria popular irlandesa  hasta  el día  de  hoy: nombres sinónimos  de  crueldad, infamia  y tiranía.   Sin embargo, hubo  también otros terratenientes protestantes, no muy numerosos claro  está, que  se mostraban más o menos  tolerantes  y humanitarios, o hasta indiferentes; de manera que no se aplicaban las leyes tan despiadadamente y con la misma insensibilidad como en todas partes.  En este aspecto, la situación en el pueblo de Callan y sus alrededores, donde ·nació  Edmundo   Rice,  era   mejor   que en  otras regiones.

En las afueras de Callan algunas  familias  poseían un nivel de vida  que nada tenía  que  ver con  la indigencia generalizada.  Una de estas familias eran los Rice.  En su casa, como en las de todos los de  clase alta de la zona, había    camas    cómodas,  un   buen    fuego    para    resguardarse  del   frío, abundante comida y, para  los niños, la  oportunidad de  poder  jugar  y ser educados, experimentándola seguridad y  el calor  de  un  núcleo familiar, rebosante de vida y alegría.  Los Rice eran profundamente conscientes de su posición  social privilegiada y se daban perfecta cuenta de la diferencia de vida con sus vecinos.



La familia  Rice, igual  que  la  familia  Tierney, la  familia  de  la  madre  de Edmundo, eran muy conocidas  por su generosidad y atención a los pobres y vagabundos que acudían a su casa.

Irlanda estaba  tremendamente decaída. Se manifestaba poca evidencia de la otrora valiente raza celta valiente; de un  país que  una  vez se llamaba "La Isla de  los Santos y Sabios", cuyos  misioneros evangelizadores recorrían gran parte de Europa, y cuyos artistas y artesanos legaron al mundo joyas y tesoros de admirable belleza.

Después de pinceladas  rápidas  de   historia irlandesa, quizás apreciamos mejor  la magnitud de  la tarea que enfrentaba Edmundo y  la  correspondiente valentía con la  que  respondió al  enorme desafío.  Porque Edmundo Rice, movido por Dios en su vida, vio ciertas  cosas en el mundo que  lo rodeaba que  lo conmovieron profundamente. Procedió a responder de manera práctica  pero audaz, a las necesidades materiales y religiosas del pueblo.  Esta respuesta  le costó  muchísimo, en todo sentido  de la palabra.

Lo que vio

Cuando Edmundo tenía solo cuatro años, el párroco de Clogheen, en el condado de Tipperay, el Padre Sheehy, fue justamente acusado de tomar juramento de  fidelidad en favor del Rey de  Francia  y de  asesinar  a un tal John Bridge.   Luego  de ser torturado, fue colgado y descuartizado el 15 de marzo de 1 766.

Su cabeza expuesta al público, debe de haber infundido lógicos  temores a muchos.   Todo esto tiene  que  haberse comentado en la casa  de  los Rice como así también la' cacería de sacerdotes que  se inició  por  esa época.
Dos infames personajes, Wise y Elliot, de la localidad de Callan, se dedicaban a este  lamentable negocio que  les redituaba lucrativos ganancias.  En un manuscrito del  que  fue  Obispo  de  Kerry de  1753 a 1774, consta  que  un sacerdote se vendía a 30 libras, a 40 un vicario general y o 50 un obispo  o jesuita.

Vio y solía visitar tres prisiones en la ciudad de  Waterford y las de otras ciudades también: una, la prisión para hombres insolventes  y sus familias en Reginald's Tower, quienes  dependían de  la caridad de los transeúntes para poder subsistir y tener con que  calentarse durante los meses de invierno; otra prisión en St. John's Bridge, cerca del lugar de ejecuciones blicas donde la pobre y desamparada gente que  había robado ovejas, los salteadores de caminos, estaban tirados  en  espera  de  ser ahorcados públicamente; y la prisión de  Bottany, cerca de  Mount Sion, donde los "afortunados", como por ejemplo, el único hijo de  una  viuda, por  robar leña de  la inmensa finca  de Lord Waterford, tenían que  esperar  antes  de ser deportados para siempre en barcos lentos  y sucios a un mundo desconocido al otro  confín  de  la tierra. Edmundo Rice  vio  y conoció el profundo dolor  en  el corazón y el rostro de estos  desdichados, su  desesperanza  y  su  desgracia, sintió   una  " frenética preocupación por sus pobres familias y su total impotencia ante la situación.
 Una realidad viviente y constante que rodeó a Edmundo Rice  durante toda su vida fue la del hambre y la desnutrición y las enfermedades que  de éstas resultan. Siempre estuvo rodeado por la disentería, la tifoidea, el tifus, el hambre, la suciedad y la enfermedad con  sus mil rostros.  En su diario andar por   las  calles   de   Waterford, veía    pobre y  desnudos,  hambrientos  y desahuciados, indeseados y marginados, presos y perseguidos, enfermos y moribundos: inocentes víctimas de la opresión económica y social.   Mientras realizaba sus gestiones  de negocios se solía encontrar con jóvenes  vagando por las calles  y las carreteras, sumidos en el vicio  y la ociosidad. Si, Edmundo conoció el viacrucis  irlandés,  que  tenía  demasiadas "estaciones" para que podamos siquiera  enumerarlas.

Edmundo Rice era -sumamente  sensible al drama de lo  miseria de los pobres.   Se animó a acercarse con sinceridad a esa realidad, aunque fuera dolorosa. Sabía ponerse en el pellejo de los otros.
Por  otro lado, era    testigo del     proceder de    otros pudientes comerciantes católicos iguales a él mismo.
Vio como proveían una  educación a sus hijos -aunque fuera ilegal- por el sólo hecho de  que  estaban en  condiciones de  pagar. Vio como estos comerciantes construían pensiones para hombres y mujeres  ancianos; como habían construido una   hermosa catedral en  Waterford.  Vio  como  estos opulentos  hombres  distribuían ropas   y  comida a las multitudes pobres y desnudos, sucios  y hambrientos.   Edmundo habría elogiado  gustosamente todo el  bien que   hacían estos  generosos comerciantes  católicos  por  sus diversas  obras  de caridad. Sin embargo, sabía  que, como ocurría  también en su propio caso  personal, estos  eran  buenos católicos con  el estómago lleno, con lindos hogares y con una vida cómoda.

Edmundo Rice  empezó a incrementar sus visitas a ese otro  Waterford, el que  estaba detrás  de la  fachada de  prosperidad y alegre vida  social, el Waterford de  los pobres, de  calles  estrechas y callejones oscuros, en donde las chozas  miserables se apiñaban. Vio cada vez más de cerca la pesadilla diaria de  familias   hacinadas  dentro  de   las  más  precarias  viviendas, sin muebles, sin  comida,  sin abrigo.    En estos  "escandalosos'' laberintos  de dolores, vio a muchos sufrir por  el dolor  y la desesperanza.  ¡Y pensar que  el futuro  de  estas criaturas no  les prometía nada mejor!  Al contrario, su destino les reservaba toda una  vida de  privación, de falta de educación, inseguridad, permanente falta  de oportunidades y una  injusticia total cada día de su vida.



El Señor  Rice  vio  que  lo  único que  le quedaba a esta  pobre gente católica era su fe en Dios.  Pero reconoció al mismo  tiempo la fragilidad de esa  fe  y cómo los pobres estaban amenazados en  esa  misma  fe -el  único consuelo que  ellos y su familias  tenían. Edmundo vio claramente la actividad    proselitista     de     diez    sociedades   evangélicas, fuertemente financiadas, dos de las cuales se servían del idioma irlandés, el idioma de los pobres, para predicar sus doctrinas. Los  pobres constituían el blanco más vulnerable, como  es  evidente,  de   estas  sociedades bien intencionadas.


Porque si el pobre se mostraba dispuesto  a  abandonar su fe católica, se le enseñaba a leer y a escribir, recibía alimentos y se fe prometía trabajo. Edmundo Rice fue espectador y testigo de esta gama de realidades y muchas  más.   Pero lejos de  estar contento con  ser un    simple observador pronto   se inclinó  hacia la  convivencia con  los pobres.        Por la  realidad perturbadora que le rodeaba, y fuertemente interpelado por su lectura de la Biblia, que leía en forma diaria, replanteó su modo de dar testimonio y ser fiel al Evangelio  de Jesús, que trajo la liberación a los oprimidos.  Se dedicaría a trabajar al lado del pobre; para  lograr su promoción humana  y devolverle su dignidad.  Servicio del pobre, en gestos concretos y eficaces.  No sólo por aliviarle temporalmente. sino para   transformar  la  situación  injusta ·en  qué  vivía.      No  una  obra  meramente socializante,  sino una  que  suponía  una perspectiva de  fe, una  dimensión   contemplativa:      ver  en  los pobres   la presencia  de   Cristo.       Porque   la  fórmula  ya   existía,  desde   el  mensaje evangélico, sencilla, lapidaria, digna de los labios del Divino Maestro:  "Estuve enfermo   y  me  visitaron  ... tuve   hambre  y  me  dieron   de  comer",  dice JESUCRISTO, místicamente  personificado  en  la  humanidad  doliente.  "En verdad les  digo  que  cuanto hicieron  a unos de  estos hermanos  míos más pequeños, me lo hicieron a ".

Esta fue, entonces, la ancha plataforma sobre la que Edmundo  Rice extendería sus brazos.  Se convertiría en gran testigo de amor y de caridad; en testigo del cansancio de una vida inmolada. Iluminado por el Evangelio y movido por  la realidad. 



¿Cómo fue conmovido?


El ascenso  de  Edmundo  en la vida  comercial fue sumamente espectacular.      Sus   negocios  cubrían   todos  los  aspectos  de   la comercialización de las carnes.   Embarcaba carne  cruda en barriles a Inglaterra, España  y Terranova.    Era proveedor de  las Fuerzas Armadas  y también  abastecía  barcos   de   compañías  particulares.     Waterford   era entonces un puerto  marítimo de  mucho movimiento, y los capitanes compraban sus provisiones en los almacenes del Señor Rice.



Allí obtenían lona,  cuerdas,  sogas, aceite,  carne.  galletas,  sal y  todo   lo  necesario· para   viajes  oceánicos.    Edmundo  era  un  hombre   de  mucha habilidad e ingenio, y si a esto se le suma su integridad y su hombría de bien no podemos dejar  de pensar  el impacto que  causaba en el mundo  de los negocios  a  gran  escala.    Era uno  de  los más  exitosos comerciantes  de Waterford  y el más caritativo de  todos.   Se decía  de  él que  "distribuía su caridad con ambas manos".



Cuando tenía 23 años se enamoró de una chica llamada Mary Ellíot, del pueblo de Annestown, en el condado de Waterford.  Luego de un breve noviazgo, se casaron y se instalaron en una cómoda casa de Arundl Lane, a media cuadra de donde  trabajaba Edmundo. Era un matrimonio ideal y feliz, y seguramente la pareja  abundaba en planes  y proyectos  para el futuro. Edmundo  y su esposa tomaron parte activa en la vida social y cultural de la ciudad.  Pronto sus muchos amigos se regocijaron con ellos en la perspectiva de  la llegada de  un niño  que  completaría su felicidad.     Pero la tragedia golpeó este hogar  feliz cuando la joven embarazada murió a consecuencia de unas heridas que recibió  al caer  de un caballo.  Debido  al accidente la hija, cuyo   nombre   de  pila  era  también María, nació   prematuramente y quedó inválida  por el resto de su vida.   En lo que concierne al joven  viudo, tenía  roto  el corazón.        A cuatro años de  casado, la doble tragedia de  la muerte de su esposa y la invalidez de su hija habían  destruido sus sueños y ambiciones.



Un terrible desconcierto, como  una  noche  negra, se abatió sobre el alm de  Edmundo.     Todo  había   sido  tan  repentino   como  cuando  un maremoto invade una  aldea dormida.    ¿Qué  podría ponderar la  carga humana,  la densidad  y  el  sentido  de  lo  que  sucedía  en  el  interior  de Edmundo en ese momento?  Era la noche oscura del espíritu, el momento de su  Getsemaní  personal.    Su  Viernes Santo ¡Tarde,  por  excelencia, de  los "porqué"
Por decirlo de una manera gráfica, Edmundo se transformó  de lo noche a la mañana en el gran Miserable, en el sentido de que  se sintiera envuelto en la soledad y el vacío, el absurdo y la angustia, hasta apurar los sedimentos más amargos del cáliz humano.
Intensificó .su vida  espiritual. Antes del trabajo asistía a misa y por  la noche leía libros espirituales.   En su profunda fe halló  consuelo y fuerzas.  Se quedaba largas  horas  frente  al  Santísimo en  la  pequeña capilla de  San Patricio, ubicado entre  las viviendas  de los pobres. Aquí su espíritu se colmó de  devoción,  en esta  escuela  de  amor  al Señor.   Fue allí, también, donde experimentó la verdad teológica de  que  Cristo no viene  a entronarse en el tabernáculo sino a vivir en  los corazones  de  los hombres  y  mujeres.    Por consiguiente, ciertos anhelos indefinidos empezaron a tomar forma.


En este  clima   curativo de  lectura evangélica,  oración profunda y prolongado contacto con los menesterosos  y  menospreciados, se  le recompone la vida, hecha pedazos por una doble tragedia, y ,poco a poco, la  gota de  su propia aflicción se va  eclipsando en  el mar  del  sufrimiento ajeno. ·.  En el camino de  !a vida  suele levantarse, en· cada encrucijada, la silueta más pertinaz  del sufrimiento.  Es el pan  que  nunca falta  en la mesa humano.



Pero también se ha  comprobado que  la fe  es el lenitivo más eficaz para amortiguar o eliminar el dolor, siempre y cuando sea una llama viva en el  corazón.   Más  de  cien   años  después  de  que  Edmundo sufriera  estas desgracias,  el   poeta    irlandés   Oscar   Wilde,   escribía   que   "donde   hay sufrimiento, hay  terreno  para la  santidad'.    Wilde  descubrió que,  cuando existe una  verdadera aceptación de las desgracias y contratiempos, irremediablemente  se   logra   un   mayor   enriquecimiento  espiritual  es evidente que   esto  es  lo .que  le  sucedió a Edmundo.    Procuró  cobijarse definitivamente a la sombra  abrumadora de la Providencia de  Dios.  Como decía, en una de sus consignas predilectas, "La Providencio es nuestro patrimonio", poniendo todo  su confianza en el Señor.


"¡Bendito  sea  el  Dios  y  Padre   de   nuestro  Señor  Jesucristo,  Padre   de  las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas  nuestras tribulaciones, para  poder  nosotros   consolar   a  los  que   están   en   toda tribulación, mediante el consuelo con que  nosotros  somos  consolados por Dios"! (2 Cor 1, 3-4) ¡Qué transformación se había operado en el semblante de Edmundo! Aquel que, hacía poco tiempo, yacía  en el suelo como una caña rota,  aparecía ahora enhiesto  y firme como un álamo, invencible como un huracán desatado. Milagros de fe y de abandono.

Su cáliz  de sufrimiento le había acercado a aquellos que  padecían aún  más.   Su mirada, mezclada de  ternura   y compasión, fue  observando detenidamente  los  rostros  envejecidos  y  trasnochados  de   los  pobres   y oprimidos carentes de derecho  y arrinconados contra la pared de la miseria y la  desesperanza. Miraba  con   especial ternura   y  preocupación a  la juventud que le parecía una nave sin mástil ni timón a merced de las olas. Lo apenaba su ignorancia intelectual y espiritual.  ¿Qué  sería de  esos pobres muchachos? ¿Qué podría hacer por ellos?  Sí, les proporcionaría un velamen y una  brújula; les enseñaría  a correr  las sendas  de la rectitud y la integridad: les haría  sentirse hijos amados de  Dios.   Les infundiría  un  espíritu nuevo. - Y recordaba cuando era  niño  en  la  granja de  Callan, cuán feliz  se sentía observando las  costumbres  de   las  golondrinas. La  ternura   inundaba su sangre al ver las cabecitas de las pequeñas aves en el nido, con el 'pico bien abierto, y al ver la solicitud con que  sus padres les daban de comer todo el día.   Si así se comportan las aves, ¿haría   él menos  para los hambrientos y pobres de Waterford? Y recordaba las palabras de Jesús: "¿No valen ustedes más que un gorrión?"


Decía  San  Juan  Crisóstomo: "Déjate ablandar  por  tus sentimientos naturales cuando veas a un desnudo, y acuérdate de la desnudez que, por tí sufrí en la cruz; esta  misma  desnudez la contemplas ahora cuando ves a tu prójimo  pobre y desnudo".

"Había un hombre rico  que se vestía con ropa finísima y que  cada día comía regiamente.

Había  también  un pobre  llamado  Lázaro, todo  cubierto de llagas, que se tendía a la puerta del rico, y que sentía ganas de llenarse con lo que caía de la mesa del rico'' (Le  16).  Edmundo Rice sabía perfectamente  quién era Lázaro en aquel entonces y quién era el  rico.

Dom Helder Camara  cuenta  la siguiente anécdota:   "Recuerdo que una  buena  religiosa hizo un  día una  larga  caminata  con  el único  fin de llevarme  a  su hospital.  "Padre", me  dijo, ''he recorrido  todo  ese camino porque hace ya una semana que nos encontramos si capellán y no he tenido la posibilidad  y la dicha de recibir a Cristo. Y necesito recibir a Cristo! Deme la comunión, Padre!  Y si es posible, proporciónenos un sacerdote...'"  Le di la comunión, naturalmente. Pero luego le dije: Hermana usted está día tras día con Cristo vivo.  Usted está con los enfermos, y ellos son Cristo!  Es otra forma de  Eucaristía,  otra  presencia  viva  de  Cristo, que  completa   su presencia eucarística!   Edmundo Rice reconocería y respondería a Cristo, presente y suplicándole en "la Eucaristía del pobre".




Edmundo Rice miró con  compasión  y justa indignación  la  situación católica de  su época, al igual  que  los otros comerciantes  opulentos  en Irlanda.  Pero Edmundo Rice tenía otra visión distinta de la realidad. Con su inspirada  visión de  un  pueblo   tan  roto,  de  sus  conciudadanos  católicos perdidos  y  sin  líderes, vislumbró su vocación y  quedó  transformado. Se convirtió en un hombre totalmente  imbuido de esta visión, un hombre de una sola,  pero   poderosa,  meta. Se  entregarí a  la  noble  causa   de  los desesperanzados, los descarriados y los débiles. ¡Dulce locura de compasión y servicio. "Rompamos los candados, barrotes y cadenas, que nos mantienen esclavizados y enjaulados  a los católicos", se decía, en sus travesías por la ciudad de  Waterford, y ''surja sobre el mundo  el milagro de  una inmensa familia  liberada y  alegre,  bajo   la  mirada   de  Dios Padre". Recordaba entonces las palabras de Jesús en la sinagoga de Nazaret:


"El éspíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para traer Buenas Nuevas a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad ..." (Le 4, 18)

Y Edmundo, más movido y entusiasmado  que  nunca, rezaba:    "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones  de tus fieles y enciende en ella la llama  de tu amor.

Lo que hizo y el alto precio que tuvo que pagar

El que está familiarizado  con  el sufrimiento, no podrá darse el lujo de pasar   indiferente.                              El   que   ha   sufrido  siente  ante   el   dolor   ajeno   un estremecimiento                                      del        corazón:          se    conmueve,       se    compadece.
Es impresionante  el número  de  veces  que el Evangelio constata que  Jesús "se compadeció".         Como   por  ejemplo, cuando  Jesús viendo   el  gentío,  "se compadeció porque andaban maltrechos  y  derrengados como ovejas  sin pastor'' (Mt 9,36).La palabra es esta: MISERICORDIA:  estremecimiento o sensibilización del corazón. Y  de  esto se trata:   antes de  mover  los brazos, tiene que haber un movimiento del corazón, una donación desinteresada  de sí, una  inclinación de  todo  el ser, como  el del  samaritano, hacia los que sufren.  Es obvio, que  en Edmundo  Rice, otro "Buen Samaritano", los brazos eran movidos por el corazón  para recoger al herido, vendarlo, cargar con él sobre los hombros y pagar por él.

Una vez que hubo  decidido dedicarse totalmente a la educación de los pobres, el Señor Rice actuó con  la energía que  lo caracterizaba.  San Gregario Nacianceno decía  que: "Las obras de caridad son las únicas que no admiten demora".   Edmundo Rice vio la misma urgencia. La familia Elliot, parienta de su difunta  esposa, había  poseído un gran establo para  alquilar, y un depósito  de  maíz y heno  situado  en  New  Street.   Cuando ella  murió, Edmundo se hizo propietario de estos edificios.



Los hidalgos  rurales dejaban allí sus caballos  y coches  cuando visitaban  sus residencias urbanas  o llegaban a la ciudad a cumplir con alguna  obligación social. Edmundo  hizo  limpiar  y  encalar el establo,  convirtiéndolo en  su primera  escuela.   De la planta baja hizo tres improvisadas  aulas y -la alta la convirtió  en  austeros  dormitorios.    Uno de  estos reemplazaría  su cómodo residencia de  Arundel  Place.       Algunas  sillas  toscas y escritorios servían de mobiliario.          Con  estos humildes  preparativos se abrió  una  escuela   en  el verano de 1802.

A pesar  de  que  no  era obligatorio, consideró  prudente obtener una licencia para su escuela  del Obispo Protestante, ya que si no la tenía, tendría que pagar más impuestos.  Al principio, el Obispo se negaba a dársela, pero luego, gracias  a la  intervención de  amigos  de  Edmundo, quienes  eran personajes  eminentes, se la concedió.  Como  sabemos, la ley prohibía  a un católico fundar  o establecer una  escuela, pero  Edmundo la ignoró y abrió, primero.  una  escuela  nocturna en las caballerizas  de  New Street, con  seis alumnos.   Pero casi enseguida comenzó con  un horario  diurno  y en poco tiempo sus tres aulas estaban repletas.  Aparte de usar su propio  magnetismo para  atraer a los chicos, hacía  invitaciones, recorría las calles y usaba  a otros chicos  como intermediarios.  Edmundo  empleó  dos asistentes pagos,  pero muy pronto lo abandonaron, a pesar de haberles ofrecido  salarios más altos. alegando que era imposible hacer algo con estos díscolos y revoltosos niños.

New  Street,  en  aquel entonces,  era  una  calle  de  lindísimas casas. donde vivía gente adinerada, y la llegada de carruajes con invitados era una cosa habitual del lugar.  Lógicamente entonces, los vecinos de New Street se molestaron  por   la   presencia   de   andrajosos   muchachos,  traviesos   e indisciplinados en un barrio  tan respetable.  Además, temían que su calle  y sus casas  se devaluaran por  la  diaria  confluencia  de  estos niños sucios y revoltosos, provenientes de los sectores más allá de los adyacentes muros de lo ciudad.




Así pues, nombraron o uno de los vecinos, Mr. Compton, un cuáquero y a su vez amigo de  Edmundo, para que  hablara con  el Señor Rice  y tratara de convencerlo de que abandonara su plan de educar a los pobres.  Este decía que el proyecto, aparte de no concordar con  el tono residencial de la zona, era innecesario. "Sr. Rice", le dijo, "está Ud. arruinando su salud y descuidando sus. negocio. Vuelva  a  sus ocupaciones habituales, o de  lo contrario, sus negocios corren serio peligro. Estos jóvenes será más felices en su ignorancia, si Ud. los  educa, se  volverán soberbios  y  rebeldes". Edmundo lejos  de acobardarse ante  un  consejo  ton  desalentador, replicó;  "Les agradezco a Ud, y o sus amigos su bondadoso interés por mis proyectos y mi salud.   Antes de  empezar este importante trabajo, lo he pensado mucho  y lo he  puesto bajo  la protección de  Dios.  Confiando en su ayuda, espero hacer buenos católicos y buenos ciudadanos de estos pobres muchachos".

Para  el Sr. Compton, como para tantos  otros, Edmundo  Rice  debe haber parecido un loco o un excéntrico. Era, en realidad, un visionario con los pies bien  puestos sobre  la  tierra; un idealista, pero  práctico, sobre todo,  un hombre motivado por el amor- que sabía muy bien lo que estaba haciendo.

Con el dinero que sacó de la venta de su negocio, comenzó su labor a favor   de   los  niños  pobres.                     Esto  debe  haber  causado  gran   revuelo especialmente entre  sus amigos  comerciantes, que  lo  deben haber visto como algo  totalmente incomprensible.  Aquí estaba un hombre adinerado, joven  (rondaba los 40 años), talentoso, afortunado en los negocios, dándole la  espalda a  un  mundo que  se  le  presentaba  promisorio  en  todos   los aspectos.           Cuando se piensa  que  la  fortuna  personal  de  Edmundo  Rice ascendía  a 50.000 libras esterlinas, puede valorarse el carácter heroico de su decisión  y el estupor producido entre sus amigos y conocidos.  Lo que  hacía menos comprensible aún era el hecho de que Edmundo  no tuviera  ninguna preparación especial para ser maestro de estos revoltosos niños.  Sin lugar  a dudas, el mismo tendría  momentos  de gran duda al pensar en la ambiciosa tarea  que  había  emprendido.  Pero si los tuvo,  estos no lo desviaron de su meta.



Había   tomado una   decisión después   de   mucha  búsqueda, consultas   y oración, y su serena  fe en Dios y la intercesión de  María le aseguraban que estos  chicos,  a  quienes   tanto amaba, darían   buenos   frutos  en  el  futuro. Edmundo Rice era, en  verdad, un hombre en quien  el amor  y la paciencia desbordaban de un mar inmenso sin riberas.

Abandonado por  sus primeros  maestros  pagos, Edmundo se encontró solo ante la casi imposible tarea  de  ser responsable de  un número cada vez mayor  de   muchachos  pobres  e  indisciplinados,  cuyos   toscos   modales debieron haber puesto su paciencia a prueba.   Al final  de  cada jornada debía dolerle la cabeza y todo el cuerpo debido a su extenuante trabajo en la escuela.  Edmundo Rice aumentó sus fervientes  oraciones, pidiendo a Dios que  le enviara obreros  a su mies.  San Vicente de Paul, otro gran apóstol de caridad,  decía  que   Dios  suele   favorecer  con   más   bendiciones   los comienzos humildes y frágiles que  a aquellos que se inauguran con toques  de campanas.  Pues, en  el caso  de  Edmundo, las bendiciones no tardaron en llegar.    Pronto  dos  generosos  jóvenes  se ofrecieron para ayudarle en  esta obra  de  caridad, sin remuneración ni recompensa:   Patrick  Finn y Thomas Grovenor, que  venían de  Callan, del  mismo pueblo que  Edmundo.   Es fácil imaginar con qué  alegría  y cuantas oraciones agradeció la llegada de estos dos primeros colaboradores.



Pensando siempre  en el futuro  y en un acercamiento cada vez más radical a  sus queridos   pobres,  siguió  adelante y  dio  las  órdenes  para la colocación de  los cimientos de lo que  iba  a ser su primer  casa  y escuela en terrenos que  adquirió al este de  Waterford.  Pronto se trasladó, junto con  sus colaboradores, movido por  la justicia  y la caridad, a los barrios donde vivía esta  pobre gente, más  allá  de  los muros   de  respetabilidad e infringió  lo sagrado de  la ley al fundar  una  sociedad de laicos, consagrados por  votos de religión  en directa contravención de una ley promulgada recién en 1791. Para nosotros, esa es la realidad de Edmundo Rice, la  aceptamos o no, somos hijos de un hombre quien  estaba dispuesto hasta de convertirse en proscripto por amor a Cristo y los pobres.

El  Obispo  les  concedió el privilegio de  guardar la Sagrada Hostia  en  el monasterio  -  algo  bastante inusual  para   la  época. De  esta manera, Edmundo  prendió el fuego, la Eucaristía, desde  el comienzo, para mantener viva su visión. Nos dejó esa acción como parte  de una herencia larga  y rica: Ante el Santísimo, tomó todas sus importantes decisiones Y escribió sus cartas. Aquí aprendió a sentarse a escuchar y a superar lo insuperable. Aquí obtenía las directrices  de la acción de la luz de la contemplación. 

Ver para  actuar.

Escuchar  antes  de  hablar.      


Abrirse  al  Espíritu antes  de acercarse a los hombres.

Junto   a su  primer   escuela   monasterio,   Mount   Sion,  Edmundo construyó  una  pequeña panadería para la cual contrató un panadero que diariamente pudiera proporcionar una  nutritiva  ración de  pan y  leche . a centenares de  jóvenes  hambrientos.  En el altillo de  la  panadería un sastre
.confeccionaba ropa para- los muchachos y también para otra gente pobre. Cada año Edmundo compraba grandes cantidades de telas.· A veces, tal era la demanda que  se precisaba la colaboración de  varios sastres.  Al egresar de la escuela, para instalarse en algún  empleo, cada joven  recibía un traje completo.  Los útiles necesarios  para  la escuela eran entregados gratis, ya que  sus jóvenes  nada tenían  para aportar. Pero las  cosas fueron aún  s lejos,  Edmundo  instaló   en   Mount   Sion una  biblioteca; algo   totalmente : novedoso, de  donde los  niños  podían retirar  libros  los viernes,  que  luego debían leerles a su padres  los domingos y días feriados. Se preocupó aún más por

 los padres de  sus alumnos, por  su ignorancia tanto en  lo 

cultural como en lo religioso, y estableció un horario  de  clases  nocturno y otro  los domingos  por  la  mañana - ambos  con· gran  asistencia Encontró  también tiempo para  visitar las cárceles de  Waterford y de otros condados cercanos. Edmundo  Rice  era  un  hombre verdaderamente incansable en  obras  de caridad y compasión: capaz de un diluvio de amor.


Como se ve su caridad  iba  mucho más allá de los límites de las aulas.
En Waterford daba una  provisión  continua de  comida para el Asilo de  los Pobres y hacía donaciones  anónimas de dinero.

No  se contentaba con dar  sólo ayuda. material,  sino  que, los domingos  y feriados, él y otros hermanos  iban  al Asilo para  dar  instrucción  religiosa y preparar a los internos para  recibir los sacramentos.   Ningún aspecto de la caridad escapaba a su atención y a su ayuda. Algunas anotaciones de sus libros de contabilidad son harto expresivas: "Ropa para el hijo de la viuda de Murphy,  remedios  para una  mujer  pobre, sábanas  para   una familia  en apuros, medias  para   un  huérfano  zapatos  para  Daniel  y Miguel."Tales detalles  son  frecuentes  en  sus libros  de  contabilidad.  
     Edmundo  era  un hombre  de  gran corazón  cuyos ojos irradiaban bondad y comprensión.   Se ha  dicho de él que  "era un gigante  en sus actos  de  caridad para  con  los pobres  de Dios". "El Señor Rice", decían, "era más honrado  y venerado que cualquier   otra  persona  en  Waterfor. Nadie  era  tan  querido  como   él". Edmundo   también  sirvió  como   miembro   de   una  comisión   de   caridad formada por algunos cuáqueros de Waterford, de la cual era presidente  el Obispo  protestante.    El Hermano  Rice no  conocía barreras  religiosas en empresas  de  caridad y  algunos  de  sus más  firmes defensores  no  eran católicos.

Durante  un período de casi cuarenta años Edmundo Rice había  sido guía y protector de sus Hermanos; de él esperaban orientación en las cosas grandes  y pequeñas.  Ahora a la avanzada edad de 76 años, con su salud quebrantada, renunciaba. como Superior General en el Capítulo General de
1838. El gobierno de la Congregación pasó entonces a manos más jóvenes. Las intrigas e irregularidades  que  acompañaron la elección de  su sucesor entristecieron  mucho al Fundador; él mismo había  sido siempre honrado y abierto  en sus relaciones,  buscando sólo la gloria de  Dios y el bien  de  las almas.  De hecho, Edmundo había sufrido en muchas ocasiones a lo largo de su vida  la falta  de gratitud de la persona  a las que  había  ayudado.  En la última  etapa de  sus días era dolorosamente consciente de  esto.                                   En una oportunidad escribió: "Es una· debilidad, debo  admitirlo, esperar recompensa  por  parte  de  seres que  frecuentemente olvidan  y muestran. poco_ gratitud, pero por poco que hagamos  para Dios podemos estar seguros que El nunca olvidará ni dejará de hacernos llegar Su recompensa.


Sin embargo, las decepciones no lo desanimaban demasiado, e insistía: "Si supiéramos emérito y valor de tan sólo ir de una calle  a otra para  servir al prójimo por el amor de Dios; lo apreciaremos más que el oro o la plata". Otra vez escribió:  "De una cosa se puede estar seguro: mientras uno trabaja para Dios, se tenga o no éxito, El nos recompensará ampliamente". 
Una vez, para consolar  a un hermano deprimido, le escribió: "Ten ánimo, la buena semilla · crecerá más adelante en  los corazones  de  los niños".  Sus tristezas y sus · pruebas  eran  sólo el invierno  que procedió la floreciente  primavera de  la propagación mundial  de   la  Congregación, que   se produjo   en  el  siglo siguiente a su muerte.

A través de los años, Edmundo  Rice había  brindado generosamente sus dones espirituales y sus bienes materiales, además  de  decenas de  miles de   libras  esterlinas  de   su  patrimonio  personal,  para   la  promoción del apostolado de las escuelas  cristianas.  Estos pensamientos  debieron servirle de   consuelo,   mientras  aguardaba  el  llamado  final  para  ·el encuentro definitivo  con  su Señor y Maestro, a quien  tanto  y tan bien había  servido.  

 El Hermano Edmundo Ignacio Rice murió santamente y en paz a las once  horas del día 29 de agosto de 1844.  Este gran apóstol de caridad, que durante  su· vida  evitara  toda  forma  de ostentación y promoción, recibió  después de muerto  el elogio  unánime de  católicos y  protestantes,  tanto  a  nivel local como nacional. Un diario, el 'Tipperary Vindicator", elogió a Edmundo Rice en estos términos"... un hombre bueno, y venerable, en el mejor sentido de estas palabras; un gran hombre.  de una gran lucidez. con un amplio conocimiento de la naturaleza humana;   de  valor intrépido, de una incansable  perseverancia, de una integridad total, de pura piedad e inmensa caridad ... el  fundador  de   una   nueva   generación  de  irlandeses  dedicados  a  la educación; el precursor de virtudes y bendiciones".

Edmundo  Rice, tanto   en  la  vida  como en  la  muerte,  provocó la admiración, incluso  de  aquellos   que  no  eran  católicos. Un protestante escribió:

"Yo conocí bien al Señor Rice, respeté su nobleza de carácter, puedo valorar la obra que llevó a cabo.. ¿Quién pudo asistir a su inhumación y contemplar · sin conmoverse la  tremenda  tristeza que  invadió   a  la  enorme   multitud congregada? Pero, ¿por qué están tristes? El Señor Rice no ha muerto!  Vive! Sí,  vive la  vida  más  sublime  y más noble.                        Vive en  el  noble  conjunto  de trabajadores de  cristianos a quienes  legó  su espíritu y su obra."               Nuestras constituciones   también hacen hincapié en  nuestro privilegiado estado  de herederos  de  Edmundo  Rice,  pero  no  para  darlo  por  supuesto:                                                                                       "Somos agraciados con  el carisma  de  Edmundo,  nuestro fundador, y tenemos  la responsabilidad de  alimentarlo ... Somos enviados por el Espíritu Santo a ser signos del amor y compasión del Padre para con su padre ... Somos llamados a dar testimonio, a través de nuestra acción profética, de nuestra opción por los pobres y oprimidos y de nuestra solidaridad con ellos".

El viernes 2 de abril de 1993, el Papa Juan Pablo ll firmó el decreto de Virtud  Heroica,  confiriéndole a Edmundo  el  título de   Venerable.            Ahora esperamos  anhelantes  el próximo  paso de la Beatificación el 6 de octubre. La Causa formal de Canonización fue abierta en Dublín en 1961 y transferida a  Roma  en   1979. Muchos   hermanos   y  otros  historiadores  han  estado involucrados en la investigación de la vida y la época de Edmundo Rice. La Positio final, un tomo de escritos de más de 1.000 páginas, fue recopilado en la década del '80.

Por su vida multifacética, Edmundo Rice es actualmente aclamado como:

-  un hombre santo de los últimos años de Las Leyes Penales contra  la
Iglesia Católica de Irlanda;

- un modelo de integridad en los negocios; un  patrón  para   personas  de   negocios   quienes   permanecen interesados por los pobres y desaventajados;

- una inspiración para viudos y viudas;

- un intersector para padres de niños discapacitados;

- un promotor de vida religiosa laica (no clerical);

- un ejemplo de catequista laico y educador voluntario de los pobres;

- un modelo de caridad;

- un ejemplo de convivencia y colaboración ecuménica;

-  finalmente, como fundador de dos Congregaciones: Hermanos de la Presentación y Hermanos Cristianos.



El ejemplo de Edmundo  Rice provoca un impacto que no nos permite quedarnos  indiferentes  ante la realidad integral del mundo contemporáneo. Cada hecho de  su vida  despierta  en  sus seguidores  y  asociados  un serio compromiso  que nos lleva a optar  por el hombre  y la mujer, por su dignidad, por sus valores, por sus problemas y sus esperanzas. En la .línea del Evangelio, comprendemos que no puede haber "comunión  con  Dios sin comunión con el pobre".   Ese mismo Dios, que "optó  por el hombre  al hacerse  hombre"  ha querido  que  lo reconozcamos y amemos  en los más pequeños de  nuestros hermanos.    Esto es el "sí al  hombre y a la mujer" en grandes  gestos edmundianos, que desde el evangelio y la fe, se nos exige hoy a nosotros.

En el evangelio leemos  el episodio  del joven rico  que .se presenta  a Jesús, diciendo que desde  su juventud había  guardado los mandamientos y preguntando que  más le  faltaba, Jesús le respondió:    "Una cosa  te  falta: anda, cuanto tengas véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego  ven y sígueme".   Pero el joven  se marchó .entristecido,  porque tenía muchos bienes.

Aquello, imposible para este joven rico, no lo fue para Edmundo Rice.

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